martes, 12 de febrero de 2013

CARDENAL SARAH: FE Y CARIDAD SON DOS CARAS DE LA MISMA MONEDA


Ciudad del Vaticano, 1 febrero 2013 (VIS).-Esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha tenido lugar la presentación del Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma de 2013 cuyo tema es: “Creer en la caridad suscita caridad. Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él”. Han intervenido el cardenal Robert Sarah, Presidente del Pontificio Consejo "Cor Unum"; monseñor Giampietro Dal Toso y monseñor Segundo Tejado Muñoz, respectivamente secretario y subsecretario de ese dicasterio y Michael Thio, presidente general de la Confederación Internacional de San Vicente de Paul.

“Este año -ha dicho el cardenal Sarah- el tema del mensaje se centra en la estrecha relación entre la fe y la caridad (...) Entre creer en Dios, el Dios revelado por Jesucristo, y la caridad que es fruto del Espíritu Santo y nos lleva a un horizonte de apertura profunda hacia Dios y hacia el prójimo (...) De ahí que si hablamos del nexo entre fe y caridad hablamos, al menos, de dos dimensiones. En primer lugar, no puede haber verdadera fe sin obras: el que cree, aprende a darse al otro. En segundo lugar, la caridad suscita la fe, y por lo tanto es testimonio”.

Insertado en el Año de la Fe, el mensaje de la Cuaresma es “una valiosa oportunidad para mantener fresco este vínculo en todos los fieles. En este sentido, es un momento, propicio, ya que nos preparamos para la Pascua, es decir para celebrar ese evento que el cristiano reconoce como la fuente de la caridad:

Cristo que muere y resucita por amor (...) La Cuaresma es siempre una momento propicio para abrir (...) nuestro corazón a los hermanos más necesitados, compartiendo con ellos lo que es nuestro. En la coyuntura histórica actual, es necesario hacer hincapié en la importancia de una caridad informada, documentada y atenta a los muchos contextos de pobreza, miseria y sufrimiento: desde el aumento del número y la escala de los desastres naturales, no exentes de responsabilidades humanas (...) a la intensificación de conflictos violentos, a menudo olvidados por los medios de comunicación, al empeoramiento de las condiciones de vida de muchas familias, también a consecuencia de la crisis económica y financiera que afecta a muchos países de Europa y de otros lugares; al aumento del desempleo, sobre todo entre los jóvenes, hasta los contextos en los que hay trabajo pero los trabajadores están explotados, mal pagados y sin la seguridad mínima que garantice la dignidad del trabajo en sí y, en consecuencia, de la persona humana”.

“El fulcro de este Mensaje -ha reiterado - es ciertamente el entretejerse indisoluble de fe y caridad (...) No podemos nunca separar o incluso contraponer fe y caridad. Pero, la separación y la oposición pueden adoptar formas diferentes (...) Un malentendido es el de acentuar con tanta fuerza la fe y la liturgia como su canal privilegiado, olvidando que ambas están dirigidas a un ser humano concreto, con sus necesidades, también humanas, su historia, sus relaciones. Es conveniente para muchos, dentro y fuera, una Iglesia arrobada por la fragancia de las velas, ocupada en ordenar la sacristía, concentrada en abstrusas discusiones teológicas y disputas clericales en lugar de en la persona en su integridad a la que Cristo se ha dirigido”.

“Otro concepto erróneo es pensar que la Iglesia es una especie de gran obra filantrópica y de solidaridad puramente humana, donde el compromiso social es una prioridad y lo importante es la promoción del hombre para que tenga pan y cultura, y, por lo tanto, que la tarea principal la Iglesia sea la construcción de una sociedad justa y equitativa, olvidando que en el centro del ser humano está su necesidad de Dios”.

“Otro malentendido es el de dividir una Iglesia buena, la de la caridad, de una Iglesia "mala", la de la verdad, que defiende y protege la vida humana y los valores morales universales. La Iglesia está muy bien cuando cura a los enfermos, es peor cuando se dedica a la tarea de despertar las conciencias”.


“La fe y la caridad van juntas, por lo cual Evangelio y obras van de la mano. Lo que es válido en la experiencia personal también se aplica a la Iglesia como comunidad (...) Por un lado, una vida basada únicamente en la fe, corre el riesgo de caer en un sentimentalismo banal que reduce nuestra relación con Dios a una mera consolación del corazón. Por otro, una caridad que no se arrodilla en adoración de Dios y que no tiene en cuenta la fuente de la que brota y a la cual debe dirigirse toda buena acción, es probable que se reduzca a mera filantropía y puro "activismo moral". Por lo tanto, estamos llamados a mantener unidos en nuestras vidas el "conocimiento" de la verdad con el "caminar" en la verdad”.

“Creo que este mensaje es de gran actualidad -ha concluido el cardenal Sarah- No sólo porque se sitúa en el Año de la Fe y por lo tanto, en este contexto, vale la pena recordar que la fe y la caridad son dos caras de la misma moneda, es decir nuestra pertenencia a Cristo. Pero también es actual porque en esta fase histórica en que es difícil para las personas reconocerse y encontrar un camino hacia el futuro, la palabra del Papa presenta una propuesta unitaria, un camino de vida en que la acogida de Dios engendra la acogida del otro en todas sus dimensiones, expresiones y exigencias, y, así la Iglesia puede ser faro para una humanidad renovada y contribuir a la llegada de la "civilización del amor". 



LA FAMILIA: DON Y COMPROMISO, ESPERANZA DE LA HUMANIDAD


Cardenal Alfonso López Trujillo
Presidente del Pontificio Consejo para la Familia

Introducción

Este tema, que expresa y condensa elementos fundamentales de la familia, abre la mente y el corazón a amplias perspectivas que parten de la seguridad de la presencia del Señor en medio de la Iglesia doméstica: "El Señor está en medio de vosotros", recordaba el Sucesor de Pedro en su carta a las Familias, Gratissimam sane (n. 18). Esta presencia del Señor, "Cabeza del cuerpo que es la Iglesia" (Ef. 5,23), y que colma los hogares de eminente energía (cf. Ef. 5,27), es la clave y razón de esa certidumbre que da consistencia a la esperanza en virtud de la cual se mira y se camina hacia el futuro que está en las manos de Dios, y que nos introduce dinámicamente en el Tercer Milenio. El Santo Padre, Juan Pablo II, ha expresado en la Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente: "Es por esto necesario que la preparación del Gran Jubileo pase, en cierto modo, a través de cada Familia" (n. 28). Y había expresado antes que el "futuro de la humanidad pasa a través de la familia" (FC 86).

El tema, que en algunos aspectos quisiera tan sólo abordar en forma introductoria, tiene una perspectiva cristológica que enriquece, la reflexión y la oración en este primer año del Trienio de la preparación al Jubileo del Año 2000, que tiene como tema "Jesucristo, único Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre" (TMA 40).

El tema "La Familia: don y compromiso, esperanza de la humanidad", que nos proponemos comentar, será a la vez el del Encuentro mundial de las familias y del Congreso Teológico - Pastoral1.

El tema elegido se ubica en un momento histórico, después de la celebración del Año de la Familia, que ha permitido ponderar más profundamente las amplias posibilidades de la familia, así como los retos y las dificultades que enfrenta. El primer Congreso Teológico - pastoral, de octubre de 1994, en Roma, se centró sobre el tema: "La Familia: corazón de la civilización del amor". Las actas han sido publicadas.

En estos últimos años, en el mundo, han tenido lugar eventos de carácter internacional, convocados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y que podríamos enunciar en el itinerario que va de Río a Estambul, es decir, desde la Conferencia de Río de Janeiro sobre el medio ambiente, en 1992, pasando por la de El Cairo sobre Población y desarrollo, en 1994, por la de Pekín, sobre la mujer, en 1995, y que ha culminado con la Conferencia de Estambul sobre el Habitat, en 1996. Este año contó también con la celebración, en Roma, en la sede de la FAO, de la cumbre mundial sobre el hambre. Estos eventos políticos han estado de hecho, si no fuera dable hablar de una relación intencional, estrechamente ligados.

Conviene advertir que enfocamos la familia, fundada sobre el matrimonio, como institución natural, con sus fines y bienes específicos, célula primordial de la sociedad, cuya verdad está arraigada en el corazón y la experiencia de los pueblos, - hace por tanto parte de su patrimonio cultural -, realidad que se abre a todos los pueblos, de todos los siglos, a los creyentes y a los no-creyentes. Nuestra reflexión no se limita solamente a todo lo que es abordable por la razón, sino que, y de modo especial, tenemos bien presente la dimensión sacramental del matrimonio en la abundante riqueza que nos ofrece la fe. Es algo que el Concilio ha subrayado (cf. Gaudium et Spes 49).