Por: Carlos Mario Ríos y Paula Carranza (Esposos)
La decisión más acertada de nuestras vidas fue cuando aceptamos formar
un hogar, esta gran aventura la iniciamos decididos a afrontar verdaderos
retos, que para nosotros en el momento se veían algo difícil y complicados de
resolver.
Pero ahora vemos que en el transcurso de estos nueve años de matrimonio,
esos retos han sido posibles de enfrentar, al depositar nuestra confianza y
amor el las manos de DIOS. Todos los que de alguna manera formamos parte de una
familia, conocemos y sabemos muy bien por experiencia propia lo que significa
constituir un matrimonio y un hogar.
La familia es, sobre todo, una comunidad de amor formada por personas
que comparten lazos de sangre, que empieza con el matrimonio de un varón y una
mujer y crece por su amor generoso abierto a la vida.
Para los que nos proponemos “Ser familia
hoy”, asumimos un verdadero “reto”. En efecto, la familia
es el lugar de aprendizaje del Amor y de Solidaridad, dos valores
que siempre la deben acompañar en su composición, formación y maduración, pero
que hoy día están siendo desplazados por concepciones egoístas y materialistas,
que desdibujan los verdaderos principios de unidad e integridad.
LOS RETOS DE LA FAMILIA EN
LA ACTUALIDAD.
Un individualismo que incapacita para amar.
Vemos como una actitud egoísta del amor dentro del
matrimonio, convierte ese amor de donación y de entrega, en una forma de
satisfacción únicamente personal, “utilizando al otro”.
El amor verdadero no responde a sentimentalismos
baratos, ni es igual a placer sexual, porque conduce al fracaso y a la
destrucción del matrimonio.
Cuando es autentico el amor matrimonial, el tiempo
lo hace firme y fuerte; no lo desgasta.
La inmadurez que incapacita para amar.
Una de las enfermedades sociales más destructivas
de la actualidad, son la separación y el divorcio: fruto de la inmadurez que
imposibilita asumir compromisos de responsabilidad para siempre (los que mas
sufren son los hijos que tendrán como resultado la posibilidad de inmadurez
para sus vidas). Esta propuesta es fruto
de un vacío cultural que promueve: “el no se casen”-“no tengan hijos”- “no se
comprometan”.
Nuestro reto es formar hijos con capacidad de ser
responsables de las personas que involucran en sus opciones (esposa(o)-hijos).
El no a la vida incapacita para amar.
La sociedad actual presiona a los gobiernos, a que
generen leyes destructoras de la vida, es decir la familia esta siendo atacada
y conducida hacia el “no a la vida”, las nuevas generaciones están creciendo en
medio de una cultura que desprecia la vida: anticoncepción, aborto, violencia,
eutanasia, ideologías de género.
Un verdadero desafío para nosotros como familia, es
valorar la vida en su seno; que
nuestros hijos sepan que sus vidas valen, son fruto del amor.
La no transmisión de valores incapacita para amar.
En un mundo en el que se desprecia la vida humana,
es alarmante la cantidad de niños y jóvenes que tienen baja estima, lo cual
tiene como consecuencia: alcoholismo, drogadicción, sexo libre, desviaciones
sexuales, vagancia, vivir sin proyectos de futuro.
Lo que nosotros como padres debemos transmitir a
nuestros hijos, son fundamentalmente tres cosas: el valor de sus vidas,
virtudes y hábitos, una transmisión de la fe que lleve a DIOS.
No tengamos miedo
de educarlos, guiarlos, acompañarlos, brindarles tiempo, saber escucharlos con cariño y ternura, ya que son el tesoro más
grande que Dios nos ha confiado.
El
matrimonio capacita para amar de una manera real y efectiva, cosa que hemos
vivido como una experiencia de reciprocidad, de esfuerzo mutuo; expresión
sublime de un solo cuerpo, una sola carne.
Nuestra
cultura no acaba de entender el matrimonio: Lo contempla como una ceremonia, un
contrato, un compromiso, un acto social… El sí en la boda es un acto
profundísimo, inigualable, por el que dos personas se entregan plenamente y
deciden amarse de por vida.
Por
eso, si no me caso, si excluyo ese acto de donación total, estaré
imposibilitado para amar de veras a mi cónyuge: como quien no se entrena o no
aprende un idioma resulta incapaz de hablarlo.